Uno de los problemas más complicados de explicar para los gramáticos es el de la comparación. Ya sé, ya, que parece muy fácil: si Juan pesa ochenta kilos y Pedro solo sesenta, entonces diremos que Juan pesa más que Pedro. En efecto, así es. Pero ¿qué pasa cuando decimos que María es más pobre que Elena? Si María gana 3.000 euros al mes (aunque parezca mentira todavía queda gente así) y Elena percibe unos 10.000 (era constructora, claro, y es la renta mensual de la pasta que levantó) resulta que María es más pobre que Elena aunque en realidad ambas sean ricas. Aquí la cosa empieza a torcerse. Y se pone todavía peor con la llamada comparación de igualdad: Luisito es tan repipi como su primo o, simplemente, Luisito es como su primo de repipi. Este como no sabemos cómo se come.
Podríamos comerlo crudo, claro, pero a un lingüista friki estas soluciones de compromiso no le bastan. Entre otras razones porque a veces hay que mojarse y no se puede mirar para otro lado. Por ejemplo, ayer un conocido, de carácter sanguíneo y juicios rotundos, me espetó todo cabreado en la barra del bar: ¡estos de Junts pel sí son como los nazis! ¿Lo ven?: ya tenemos el dichoso como en danza. -Hombre, le contesté conciliador, si los unos se dicen nacionalistas y han pactado con los otros, que son sedicentes socialistas, algo de eso habrá, pero fíjate que también tienen monjas –con la Iglesia hemos topado- y futbolistas y cantantes, es como una ensaladilla rusa. No te desvíes del asunto –me contestó amoscado-, tú también abusas de los comos, pues los acabas de llamar sedicentes. -Bueno, le aclaré, sedicente no es lo mismo que sedicioso, como tampoco la guerra de sucesión fue una guerra de secesión, mal que les pese a los historiadores de plantilla.
Mi interlocutor se pierde en estos juegos paronomásticos, así que me cortó tajante: –Déjate de tonterías. Los nazis montaban grandes concentraciones de masas en Nüremberg disfrazados con banderas de colores y estos hacen lo mismo, solo que en la Diagonal. Los nazis conquistaron el poder con un 30 % de los votos para luego no soltarlo nunca más, y estos aspiran a hacer lo mismo. Los nazis se libraron de la gente que les estorbaba a lo bruto, igual que estos, solo que de momento se limitan a aislarlos. Los nazis ampliaron el concepto de lo ario a todos los pueblos germánicos y estos se han inventado lo de los Països Catalans, conque ya ves. Hasta a ambos les gusta jugar con fueguecitos: acuérdate del Mas poniendo cara de éxtasis en Cervera porque un niño llevaba no sé qué llama de la lengua, mismamente como los desfiles con antorchas de los nazis.
Y así siguió un buen rato con paralelismos impactantes hasta que se cansó de mi escepticismo y me dejó por imposible. Hombre, yo les aconsejaría a los soberanistas que fuesen un poco más cuidadosos. La verdad es que dan mala impresión con las cosas tan radicales que dicen y las trazas tan estrafalarias que se gastan. Ya no estamos en el siglo XIX y ni siquiera en el XX, de manera que todo este circo, como imagen internacional, es contraproducente. En que pasen unos meses sospecho que las aguas tornarán a su cauce y que, aunque este se haya modificado, volverán a correr mansamente a uno y otro lado del río Noguera Ribagorzana. Pero para entonces tenemos que tener preparada una comparación viable, algo amable que no haga salirse de las casillas ni a unos ni a otros.
Como especialista en comparaciones yo aconsejaría la commedia dell’arte. He aquí un gran invento italiano (como la mayoría de los inventos, todo hay que decirlo). La commedia dell’arte era un género teatral basado en una serie de personajes fijos que improvisaban sobre la marcha pequeñas piezas en las plazas de los pueblos. Aunque originarios de varias ciudades italianas, se extendieron por toda Europa. Su elenco contenía arquetipos humanos, formas de ser y comportarse que se dan en todas partes: Arlequín y Colombina, la pareja de amantes ingenuos y atolondrados; il Dottore, sabio boloñés famoso por sus perogrulladas y su hablar engolado; il Capitano, un miles gloriosus napolitano, fanfarrón y juerguista; el torpe Polichinella, un celestino que urde mil enredos amorosos; el rústico Trufaldino; el astuto Brighella, que siempre engaña a Arlequín; Pantaleone, el rico comerciante que solo cree en el dinero, etc.
Estos personajes son inmortales porque son como nosotros. Y ahora no se trata de una comparación aventurada. La commedia dell’arte se está representando aquí y ahora, ante nuestros mismos ojos. Arlequín y Colombina, dos pajaritos socialistas que se llaman Pedro Sánchez y Susana Díaz y que creen ingenuamente que el amor federalista es el bálsamo de fierabrás para los males de España; el astuto Brighella, un retorcido Artur Mas que miente de oficio y siempre acaba engañando a los socialistas, incluidos los de ERC; il Dottore, ese sabio que se cree en posesión de la verdad y no dice más que perogrulladas, más o menos como Mariano Rajoy (“lo que no es verdad es simplemente mentira” decía il Dottore: “está lloviendo” contestó don Mariano cuando le preguntaron por Bárcenas); Pantalone, la voz de la banca y de los empresarios, transmutado en Durán Lleida, el representante del seny, que ve peligrar la pela con las aventuras dudosas de su ex colega; il Capitano, siempre con bravuconerías que luego quedan en nada, como Pablo Iglesias, el que iba a quemar el Congreso y a encarcelar a los de la casta y ahora suspira por ser de centro; Polichinela, el que arregla casorios sin mojarse, al estilo de Albert Rivera, tan pronto con la izquierda como con la derecha; Trufaldino, el rústico gracioso, servidor de dos amos, como Oriol Junqueras, que ha pasado de formar un tripartito a ser el quinto mono en este pentapartito independentista.
Ahí los tenemos: diciendo tonterías, prometiendo lo que saben que no pueden cumplir, desgañitándose con banderas o sin ellas en todo tipo de ambientes, en plazas y mercados o en solemnes palacios. Unos son amos, los de derechas; otros siervos (zanni), los de izquierdas. Pero todos se parecen por el hecho de representar un papel absolutamente previsible. Más vale que no nos los tomemos en serio. En realidad, el como de esta representación es más bien un als ob, que dicen los alemanes, un como si. Hacen como si estuviésemos saliendo de la crisis, como si Cataluña estuviese saliendo de España y de la UE, como si los indignados del 15-M estuviesen tomando el poder… Sin embargo, todos sabemos que es una ficción y que cuando pase el tiempo de la representación, que ya se nos está haciendo largo y pesado, todos volveremos a nuestras vidas de siempre. Si por lo menos nos hubiéramos reído… Pero tengo la impresión de que estos personajes de nuestra comedia particular ni para cómicos sirven.
Me quito el cráneo… don Ángel.
A mi esta comedia del soberanismo me deja como si nada, Es la única manera de enfocar el asunto de manera optimista; con guasa.Me aleagra compartir tu punto de vista…
Fenomenal tu blog, Angel