Quedamos en otra entrada del blog que aquí no hablaríamos de ortografía. Pues miren por dónde, nunca se debe decir “de esta agua no beberé” (aprovecho para recordar que es esta agua y no *este agua: de nada). ¿La razón?: que me he caído del caballo. A Pablo de Tarso se le apareció el ángel del Señor y a mí se me ha aparecido don Enrique López. Vallamos por partes, que diría don Enrique. Cuando lo leí supuse que lo suyo era un celo excesivo en el cumplimiento del deber Popular (así lo escribe: partido Popular). Mientras que el ministro Fernández Díaz se contenta con una valla y unas concertinas inofensivas en Ceuta y en Melilla, don Enrique, que parece ser de la facción FAES, ha decidido vallar todo el territorio nacional, al más puro estilo Orban, el presidente ultra de Hungría. Primero ponemos una buena valla en los Pirineos, luego en las costas y finalmente en la raya de Portugal, que nunca se sabe con estos vecinos tan melosos que a base de decir cien veces muito obrigado se te pueden colar hasta la cocina. Según como vaya el 27-S, también habrá una valla entre España y Cataluña, aunque esta la pondrá directamente el señor Mas aislándose del universo mundo.
Pero, hombre, don Enrique, ¡cómo puede ser usted tan obtuso! Se ha excusado diciendo que el texto estaba sin revisar. Vale, puede que la precipitación le haya llevado a teclear «acusas de recusación” por «causas de recusación o «lo cual a juicio de las mimas” por “lo cual a juicio de las mismas”, pero “vallamos por partes” es una cosa y “vayamos por partes”, otra bien distinta. El español tiene una ortografía fácil de aprender. De niño me gustaban mucho los libros de Guillermo Brown, un personaje fascinante que era un estudiante pésimo y cometía faltas de ortografía de lo más llamativo. Sin embargo, recuerdo que cuando leía alguno de sus textos llenos de faltas me parecían inverosímiles. Años después lo entendí. En el original inglés era fácil que un niño poco ducho en ortografía cometiese una docena de faltas en un par de líneas. Al fin y al cabo la del inglés es una ortografía disparatada que no guarda casi ninguna relación con la pronunciación: por ejemplo nuestro sonido efe se puede escribir de cuatro maneras diferentes (fish, photo, stuff, rough), nuestro sonido e tiene hasta nueve posibilidades gráficas (end, head, any, said, Wednesday, friend, leopard, bury, heifer) y así sucede poco más o menos con todos los demás. Pero en español…, ¡por favor! Tenemos vaca o baca, raya o ralla, a y ha (don Enrique también ha caído en este doblete: “no sea hecho” o sea “no se a hecho”, escribe) y poco más. Aún entendería que se quejasen los hablantes del llamado español atlántico (americanos, canarios y del sur de la península) porque tienen que añadir dudas como casa o caza, pero los del norte de España no tenemos perdón.
Solo se me ocurre aconsejarle a don Enrique que recupere el tiempo perdido aprendiendo aquellas recetas mnemotécnicas de la niñez. ¿Se acuerdan de lo de Tomás no cogerá jamás berenjenas ajenas? Eso sí que era combinar la formación académica con la moral. Lo malo es que, vistos los antecedentes del hombre, habría que actualizar un poco las paremias. Por ejemplo, ¿qué tal a Mato se le comió la lengua un gato por lo que Rato tuvo que pagar el pato? Tampoco es manca aquella de Soraya halla parados que hacen chapuzas en negro subiéndose a un haya con el aya. O, ya puestos, la de Rafael Hernando es uno que pasó por las Cortes como un huno.
Por desgracia, lo va a tener bastante más difícil con los signos diacríticos, vale decir, tildes, puntos, comas y demás. En esto don Enrique es muy español y, si mi apuran, lo que su jefe llamaría mucho español. No conozco a casi nadie que use bien los signos de puntuación. Don Enrique ha resuelto la cuestión a las bravas, suprimiéndolos sin más. No busquen una tilde en sus textos porque no la encontrarán. Con ello no hace sino seguir la extravagante recomendación de la última Ortografía académica en la que se cargan la tilde de sólo cuando es adverbio. Antes escribíamos sólo me tomaré un café solo. Ahora la cosa queda como una especie de capicúa, un sándwich de jamón entre dos rebanadas de solo. Bueno, ¿y qué pasa cuando Granados dice yo solo me defiendo?: que puedo hacer las cosas sin ayuda o que únicamente hago eso. Pero lo de las tildes es peccata minuta comparado con otros signos. No me extrañaría que don Enrique, quien sin duda pronuncia gurtel, les pidiese a los suizos toda la información sobre ese caso y ellos le contestasen que no hay nada porque solo les consta Gürtel. Ya ven, hubo un rey que lo perdió todo por un caballo y un juez que no llegará a descubrir nada por culpa de una diéresis. En cuanto a las comas, para qué hablar: donde pone los militantes, que han cobrado comisiones, serán encausados don Enrique se carga la coma y queda los militantes que han cobrado comisiones serán encausados, casualmente uno solo, el señor Bárcenas, que para eso es el chivo expiatorio.
Ya estoy viendo que la irrupción de don Enrique en el mundo de la ortografía española traerá cola. Parece ser que el hombre tiene el riñón bien cubierto y que entre el sueldo de la judicatura, las dietas de la FAES y alguna que otra mamandurria que se descuelga por ahí no pasará hambre en la vejez. Pero si todo le saliese mal, siempre le queda la posibilidad de escribir manuales sobre ortografía como el que ilustra esta entrada del blog: sus consejos serían utilísimos y no tengo duda de que el libro se convertiría en un auténtico best seller.
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