(Djinn tomo 2, Las 30 campanillas, Ana Miralles, Jean Dufaux. Norma editorial)
Un lector me ha comentado que echa en falta alguna mención al estilo elíptico en mi última entrada del blog, la de los estilos discursivos. Tiene razón, lo que pasa es que la elipsis, más que un estilo, es una técnica y, si se me apura, toda una actitud ante la vida. La elipsis no pone, quita. A ver: si a la macedonia le quitas las fresas, el kiwi y la piña, y no dejas más que peras y manzanas, seguirá siendo una ensalada de frutas, solo que tirando a cutre. Si una declaración amorosa que decía “eres mi mejor amiga y he partido en tu busca para vivir siempre a tu lado” la dejamos en «eres mi mejor partido para vivir», no deberemos sorprendernos de que la persona amada nos rechace indignada. Cuidado con la elipsis, que es asunto delicado donde los haya.
Piensen, si no, en la moda. También aquí hay una moda de ponerse y otra de quitarse. Vestir a la última consiste en que, al levantarse uno de la cama, se mira al espejo y se pregunta: ¿qué me pongo hoy? Mejor dicho, “uno” lo que suele hacer es ponerse la camisa y el pantalón arrugados que tiró ayer descuidadamente encima de una silla. “Una” jamás actúa así, ellas escudriñan los cajones y los fondos del armario y, tras desechar una blusa amarilla, que ya no se lleva, se deciden por otra fucsia, el tono que hace furor esta temporada, al tiempo que miran desdeñosamente una falda de tubo, como las que llevaba su madre, y agarran con convicción otra de vuelo y con rayas verticales, porque las horizontales engordan. Luego vienen los zapatos, los complementos, el maquillaje: salir de casa es un verdadero arte para la parte más sensible de la especie. A veces también es una ruina, pero gracias a Inditex ha llegado a ser más barato cambiar de ropa que de menú.
Sin embargo, también existe una moda sustractiva, en la que la gente se quita la ropa en vez de ponérsela. Tradicionalmente quitarse la ropa no tenía mérito, consistía en irse despojando de las prendas de vestir y en dejarlas amontonadas hechas un rebullón para meternos en la cama. Mas, allá por los años sesenta del pasado siglo, se popularizó el destape y la gente se puso a acortar mangas, faldas, bañadores, corbatas, todo menos los cabellos, que, para compensar, se alargaron hasta lo inverosímil. El término destape, que antes era privativo de ciertos números de cabaret, pasó al dominio común perdiendo buena parte de su intríngulis erótico. Además el destape tiene un límite natural: nos podemos depilar todo lo depilable y pelar la pelambrera hasta parecer muertos vivientes, pero dudo que alguna vez se ponga de moda arrancarse la piel a tiras, aunque parece que en la antigua Grecia fue la moda que popularizó un tal Marsias, quien se pasó de listo desafiando a Apolo y fue desollado por el dios.
Cada vez me gustan más los antiguos. Fíjense si será inmemorial la relación de las modas del vestir con las del lenguaje que lo que llevamos dicho ya se le había ocurrido a Cicerón, cuando escribe en el libro III de De Oratore aquello de:
Tertius ille modus transferendi verbi late patet; quem necessitas genuit inopia coacta et angustiis, post autem iucunditas delectatioque celebravit. Nam ut vestis frigoris depellendi causa reoerta primo, post adhiberi cepta est ad ornatum etiam corporis et dignitatem, sic verbi translatio instituta est inopiae causa, frequentata delectationis
¿Cómo, que no se entiende? ¡Y yo que estaba convencido de que los lingüistas frikis éramos gente entendida en latinajos y en otras zarandajas por el estilo! Bueno, como los de mi quinta solíamos hacer de monaguillos y musitar unas pintorescas letanías en latín macarrónico, voy a ver si se lo traduzco con la ayuda del santo del día (que, por cierto, es San Google):
El tercer modo de transferencia de palabras es de amplia aceptación y surgió de la necesidad, a causa de la pobreza y la deficiencia; sin embargo más adelante se popularizó por su carácter agradable y distraído. Pues de la misma manera que los vestidos se inventaron para protegernos del frío y después se convirtieron en adornos y muestras de status, así también la traslación de las palabras comenzó a causa de la pobreza y se convirtió luego en un entretenimiento común.
En la lengua, como en la moda, lo difícil es quitar. Ya sabemos lo estilosa que resulta la moda que pone. Por eso, la parte más importante de la Retórica era el ornatus, palabra que quiere decir “adorno”. Tiene sus riesgos, claro, pues, en cuanto te descuidas, te sale una cursilada. Vean, si no, esta pasada de la boca angelical:
Para formar tan hermosa
esa boca angelical,
hubo competencia igual
entre el clavel y la rosa,
la púrpura y el coral.
Es de Campoamor: puro merengue, ¿no? Pues les gustaba a nuestras abuelas y cómo. Menos partidarios tienen los ejemplos que tanto prodigan los políticos, por ejemplo esta sobreactuación de Evo Morales cuando dice:
La calvicie, que parece normal, es una enfermedad en Europa, casi todos son calvos, y esto es por las cosas que comen, mientras que en los pueblos indígenas no hay calvos
A este paso se va a quedar calvo de tanto pensar. No obstante, así como hay una moda sustractiva, también existe un estilo elíptico en el que quitamos palabras. Lo malo es que si quitas, no queda nada. Porque, no nos engañemos. La moda sustractiva se valora porque al quitar ropa, aparecen algunas turgencias. En cambio, cuando quitas palabras, ¿qué te queda? La gente del común lo practicaba de ciento a viento cada vez que tenía que rellenar un formulario telegráfico. Los telegramas –que ya no se llevan en la época de Internet– costaban bastante dinero y se cobraban según el número de palabras de que constaban. El secreto consistía en quitar todas las palabras que no fueran imprescindibles para comprender el texto. Así, «la tía Gertrudis llega a Cuenca a las 14,30 del viernes 7: vete a buscarla a la estación con el coche porque lleva bastante equipaje» se transformaba en «tía Gertrudis llega 14,30 buscar coche», mensaje que costaba la cuarta parte del originario. Incluso podía escribirse tan solo «tía 14,30 coche», con lo que el precio aún se se reducía a la mitad del anterior.
No se les escapará que estos textos telegráficos eran muy pobres y a menudo resultaban ambiguos: por ejemplo, el primero de los resúmenes de arriba también puede significar que “la tía llega para buscar un coche”. Escribir telegramas era una forma de virtuosismo, aunque no recuerdo que hubiera premios literarios de este género telegráfico ni que se felicitase a nadie cuando conseguía un texto particularmente escueto. Yo aprovechaba los telegramas para practicar lenguas extranjeras. Como en alemán se suele expresar con una sola palabra larguísima lo que nosotros decimos con varias (Küchengeräteausstellung, “exposición de utensilios de cocina”), una vez que estuve de Erasmus por esos lares me acostumbré a redactar mis telegramas en alemán cada vez que pedía dinero a casa. ¡Lástima que nunca me contestase nadie!
Modernamente los textos telegráficos han sido superados por un nuevo género elíptico: los tuits. Tienen la ventaja de que son gratuitos, pero ya saben: no se puede ocupar más espacio que doscientos ochenta caracteres). Esto plantea un reto especial porque, más que acortamiento, lo que suele haber aquí es contención expresiva y puede salir un churro. Fíjense en este tuit de Lluis Llach, ex cantautor catalán convertido en diputado independentista: “El MHP de la República exiliado es una denuncia contra Ñ ante los estamentos europeos, internacionales y nos conserva la dignidad del 1 de Oct.” Supongo que MHP quiere decir Molt Honorable President, pero si lo meten en Google les saldrá Multimedia Home Platform, que es “un sistema intermediario abierto, diseñado por el proyecto DVB y estandarizado por la ETSI”: poco emocionante parece, la verdad. Luego viene lo de Ñ: la letra Ñ es un símbolo del Instituto Cervantes y supongo que con esto Llach quiere referirse a España, mas lo cierto es que existe en muchos otros alfabetos, por ejemplo, en aimara, bretón, bubi, chamorro, mapuche, quechua, tagalo, tártaro, wolof, etc. ¿De verdad quiere protestar ante toda esta gente? Y para terminar: el día 1 de octubre hubo una especie de referendum tormentoso en Cataluña, pero también se produjo la derrota de Darío III por Alejandro Magno en Gaugamela (331 a. J. C.), la primera sesión de la Asamblea Constituyente francesa (1791), la fundación por Edison de la primera compañía eléctrica (1880), las condenas de los líderes nazis en el juicio de Nüremberg (1946), la inauguración de la NASA (1958), en fin, un montón de acontecimientos que fueron mucho más relevantes históricamente, nada menos que el triunfo de Occidente sobre Oriente en el mundo antiguo, el comienzo de la Revolución francesa, el aprovechamiento industrial de la ciencia, la derrota del fascismo, el pistoletazo de salida de la carrera espacial…, una pasada. Y todo esto queda diluido en un tuit: mejor sería que Llach hubiera mandado un telegrama: será que no ha querido rascarse el bolsillo.
Así que ya ven: el estilo elíptico no trae más que problemas, ya se manifieste en un telegrama o en un tuit. Peor aún: a lo mejor la elipsis ni siquiera existe porque pudiera ser un cuento chino que nos hemos inventado los gramáticos para tener entretenido al personal. Así lo creía Jespersen, un lingüista de comienzos del siglo pasado, quien en su Filosofía de la gramática se proclamaba elipsofóbico y acusaba a sus colegas de elipsomaníacos. Y tanto. Suponer, como se suele hacer en el gremio, que cuando nos dicen ¡de prisa! han pensado “¡hazlo de prisa!” y que cuando alzamos una copa y decimos salud, pensamos “te deseo que tengas mucha salud”, es mucho suponer. Pero aún hay suposiciones peores. Se supone que en mi hermano mayor tiene cuatro chocolatinas y yo dos hay una elipsis, pero si no recuerdo mal lo que había era una extorsión consistente en que mi madre nos había dado tres a cada uno y él, como era más fuerte, me había arrebatado una con el cuento de que necesitaba comer más. Digamos que se trataba de una exipsis, de una extorsión elíptica, como lo de Gibraltar, que siempre hemos pensado que fue un robo, pero no.
También pertenecen a este oscuro mundo de la elipsis las abreviaturas. Como es sabido, se trata de grupos de letras que resumen un título o un concepto consabido y que no se escribe completo para mayor brevedad. O sea que es una elipsis de letras en el interior de una palabra, no una elipsis de palabras. La RAE nos suministra un larguísimo listado de las abreviaturas más comunes:
a. arroba (cf. @, en apéndice 4)
A. alteza
(a) alias
A/A a la atención
aa. vv.; AA. VV. autores varios (cf. vv. aa., VV. AA.)
Abg.; Abg.do / da abogado, -da
a. C. antes de Cristo (también a. de C.; cf. d. C.)
a/c a cuenta
acept. aceptación
A. D. anno Dómini (lat.: ‘en el año del Señor’)
a. de C. antes de Cristo (también a. C.; cf. d. de C.)
a. de J. C. antes de Jesucristo (también a. J. C.; cf. d. de J. C.)
a D. g. a Dios gracias
admón. administración
adm.or / ora); administrador
Estas son las quince primeras, pero hay más de doscientas. Y la cuestión es: ¿cómo es posible que hoy en día, cuando privilegiamos la concisión, estén tan de capa caída las abreviaturas? Lo que pasa, tal vez, es que estas abreviaturas nos evocan un mundo que ya no existe. El otro día escribí al administrador de mi comunidad de vecinos lo siguiente: A/A adm.or finca a/c acept. recibo A. D. 2017: ¿quieren creer que no se enteró? Pues está bien claro: “a la atención del administrador de la finca a cuenta de la aceptación del recibo del año del Señor 2017”. En cambio, mi hijo le mandó un mensaje rarísimo: Wnas ns qlps recibo Xk Sk devuelto Xao y al poco rato le estaba llamando. Resulta que el whatsap decía: “buenas, no sé qué le pasa al recibo porque es que lo han devuelto, adiós”. O sea que entre mi hijo y yo ya no es que haya un salto generacional, es que yo hablo una lengua y él otra enteramente diferente. ¡Si nos viera mi padre, que se quejaba de mis pelos a lo Beatle! Ahora lo que se estila es otro tipo de abreviaturas que se practican en escritos privados como los whatsaps. El diccionario de la RAE no ha dicho ni pío, pero debería incluir un listado como este:
Acbo: Acabo; Aki: Aquí; Grs: Gracias; Bss: Besos; Cmo: Como; D: De; Dfcl: Difícil; Fb: Facebook; Ft: Foto; Gns: Ganas; K: Que; Km: Como; Mtt: Metete; Mx: Mucho; Ns: no sé; Ok: vale; Q: Que; Qtl: Que tal; Qn: Qno; Qlpsa: Qué le pasa ; RRSS: Redes sociales; S: Es; Sk: Es que; Sms: Mensaje; Sts: Estas; Tm: También; Wnas: Buenas; Xao: Adiós; Xk: Porque.
¿Les parece una frivolidad? No lo crean, el arte de las abreviaturas se practica de antiguo en la escritura. La misma tilde de la eñe procede de la abreviatura medieval más común para las nasales, que era un trazo horizontal encima de la letra a la que acompañaban: Por ejemplo, ANNO X se escribía año X, es decir [an.no X], pero con el tiempo empezó a sonar con una N palatal y de ahí año con este sonido; en portugués moderno esta costumbre continúa, si bien el trazo horizontal representa una nasalización de la vocal: cidadão, “ciudadano”, encontrões, “encontronazos”. Sin embargo, en los documentos medievales las abreviaturas no se reducen a las nasales ni mucho menos: nro es NOSTRO (nuestro), gra es GRATIA (gracias), tra es TERRA (tierra), sols es SOLIDOS (sueldos), etc. A lo mejor es que estos escribas fueron nativos digitales antes de tiempo y se estaban entrenando para escribir whatsaps.
Ya ven que lo de la elipsis no es ninguna tontería. En el lenguaje tan pronto adornamos añadiendo, como nos ponemos a hacer limpieza de elementos prescindibles, que se supone podríamos recuperar con la imaginación, ya se trate de letras (fonemas) o de palabras. Lo malo es que la elipsis se ha popularizado y la practican en otros gremios también. Una amiga jubilada se me quejaba el otro día de que no podía llegar a fin de mes con su pensión de ochocientos euros porque cuando estaba en activo cobraba el doble, pero la diferencia se le iba en complementos. Reclamó y me dice que ha recibido una carta de Hacienda en la que le explican que se trata de una elipsis, que de la misma manera que decimos “camisas de verano y (camisas) de invierno” cobramos “sueldo base + complementos” cuando estamos en activo y “sueldo base (+ complementos)” cuando nos convertimos en clases pasivas. Tremendo: por si no fueran bastante temibles los colegas, ahora viene Montoro y se nos presenta en los congresos de Lingüística. Tendré que darme el piro un día de estos no me vayan a elipsear salvajemente la pensión.
P.D. Ya se habrán dado cuenta de que en esa entrada del blog me he pasado en cuanto a la extensión. Prometo corregirme, pero es que iba de la elipsis y los lingüistas practicamos mucho aquello de remedios vendo que para mí no quiero.
Nuestro querido maestro y amigo cada día es más perspicaz
Gracias, Gloria: maestro, poco, amigo, mucho. Un abrazo: Ángel
He hecho cima ( y “ elipseo” como he llegado de reventado y que no volveré a subir).
Pero en lugar de elipsear nos hacemos los bravos y sugerimos con el silencio, estar como nuevos)