Ya me imagino a más de un lector abalanzándose sobre este artículo de mi blog: ¡al fin me citan, un compatriota inteligente solo puede referirse a mí! Y tienen razón, yo habría podido encabezar el blog con aquel lema mítico de la revista La Codorniz, experta en sugerir entre líneas y no mencionar a las claras para que no la secuestrasen durante la época franquista: la revista más audaz para el lector más inteligente. Lo que pasa es que el compatriota al que me refiero era de Calahorra (la Rioja), pero vivió en el siglo I después de J.C. Así que manténganse fieles al blog: ha sido una falsa alarma, pero los acabaré citando.
Volviendo al compatriota, se llamaba Quintiliano y escribió, entre otros textos, un admirable tratado de Retórica titulado De institutione oratoria. ¿Que para qué sirve eso? Prometo tomarme un descanso con el tema del lenguaje político, pero ahora que acabamos de tener elecciones en España no quiero dejar de aludir a los resúmenes que unos y otros han hecho de lo acontecido. Si nuestros (?) políticos hubieran leído a Quintiliano, nunca se les habría ocurrido ofrecernos esos soliloquios tan pobres que oíamos en la noche electoral. Según el retórico latino, cualquier discurso debe constar de cuatro partes: exordium, que es una introducción al tema en la que se busca suscitar la complicidad de los oyentes; narratio, que es la exposición ordenada de los hechos, insistiendo progresivamente en los que favorecen la postura del orador; argumentatio, que es un análisis de los argumentos a favor (probatio) y en contra (refutatio); peroratio o conclusio, que es el mensaje final con apelaciones emotivas al auditorio.
Bueno, pues ahora vean algunas muestras de lo que nos ofrecieron esos malos estudiantes que tenemos por líderes. La señora Barberá, ex alcaldesa del PP en el ayuntamiento de Valencia, sostenía lo siguiente: «El pueblo valenciano ha decidido que el PP sea la fuerza más votada, pero de manera insuficiente. Es un resultado malo. No me gusta por Valencia ni por el PP … Van a tener el gobierno que han votado». Mujer, ya suponemos que le parece un resultado malo. Empiezan cuatro años sin mamandurrias y con el riesgo de que se descubran todos los chanchullos del pasado. Pero de eso a amenazar a los votantes con un “os vais a enterar de lo que vale un peine…”. Se ve que cuando le explicaron lo de la peroratio estaba pensando en los abrazos que le daba Camps en otras noches electorales memorables. Y no es para menos: hay que reconocer que embutido en los trajes del Bigotes estaba de lo más sexy.
Otra pieza de discurso inolvidable nos la suministraba ese mala pieza de Artur Mas, cuyo partido acababa de perder la alcaldía de Barcelona: «Espero que nuestra victoria sirva como plataforma para que realmente podamos salir adelante en el conjunto de Cataluña … Me preocupa cómo puede quedar la gobernabilidad en la capital del país, porque ya se ve que tendremos un ayuntamiento muy fraccionado». Fascinante, ha sido una gran victoria (probatio), aunque con alguna pérdida minúscula (refutatio) como la de Barcelona (tres millones y medio de habitantes sobre un total de seis). Otro mal estudiante. Sin duda que cuando explicaron la argumentatio también estaba en Babia imaginándose cogidito de la mano con sor Lucía, su monja enamorada.
Tampoco es manca Luisa Fernanda Rudi, quien al comentar el resultado de Aragón se marcó un exordium críptico: “No parece que vaya a permitir conformar un proyecto de centro moderado, lo que hemos hecho estos cuatro y que era nuestro objetivo». ¿Quiénes son estos cuatro?: ¿la banda de los cuatro de la que hablaban los dirigentes chinos para distanciarse de la desastrosa revolución cultural? No sea capcioso –me recrimina un lector–, ya se entiende que está hablando de los últimos cuatro años. Pues si es así, ahora comprendo por qué ha perdido las elecciones: debió de dar los mítines en lapao y, claro, el personal ni se enteró. Sospecho que Rudi también holgazaneaba en las clases de su amado (líder), el inefable Ánsar, cuando era “catedrático” de la Georgetown University y confesaba su vicio de hablar catalán en la intimidad.
Hasta en la narratio cometen deslices. Por ejemplo, Pablo Iglesias el joven, el que decía que Podemos era el cambio, luego lo dejó en el motor del cambio y la otra noche se conformaba con ser “la palanca del cambio”. A este paso, para noviembre, solo serán intermitentes del cambio (eso sí, los dos: el de la izquierda y el de la derecha). Parece que las carantoñas que se intercambian Iglesias –“personalmente lo siento mucho porque es mi amigo”– y Monedero –“nunca he sentido tanta seguridad como cuando él está cerca”– tampoco les han sentado nada bien.
Los políticos españoles dicen que lo que necesitan es amor y que a los que les voten los querrán más que ayer y menos que mañana. Ilusos. Voy a darles un buen consejo: Miren, señores, déjense de tanto Kamasutra y asómense a un blog estupendo que se llama Lingüística para frikis. No se arrepentirán porque amor fugit, sapientia manet. ¿Cómo? Se equivocan, eso no es el programa electoral de un partido bolchevique, eso era latín. De nada.
Pero Ángel, no pretenderás que lean algo que no sea el Marca.