Tratamientos

(De mano en mano. Ilustraciones de Ana Miralles. Guión de Emilio Ruiz)

Una de las características más notables de la cultura española actual es su repugnancia al tratamiento de usted. Uno entra en una tienda y el dependiente le espeta confianzudamente: –¿Qué quieres? Se sienta en un bar y el camarero, tras pasar un trapo, generalmente sucio, por encima de la mesa, le obsequia con un cortante: –¿Qué te pongo? Va al consultorio médico y el personal sanitario le ordena sin ceremonia: –¡Pepe, quítate la camisa! Este profesor se pasa los primeros meses de cada curso haciendo como que no oye cuando las nuevas hornadas de estudiantes, cual bárbaros recién llegados de la estepa, insisten en cargarse la civilización con sus túes atroces y estridentes. La cosa ha llegado a tal extremo que los estudiantes ya ni siquiera son capaces de concordar el verbo y el sujeto cuando les recriminamos el tuteo: Perdón, ¿usted me puedes repetir la pregunta? Bueno, pues cuando al fin se romanizan y algun@ hasta apunta maneras de Carlomagno, el curso se acaba y vuelta a empezar con los siguientes.

Llueve sobre mojado, desde luego. Hace un par de siglos Mariano José de Larra ya describía una situación semejante en su célebre artículo ¿Entre qué gentes estamos?: “Mi amigo quería hacerse un pantalón, y le llevé a casa de mi sastre … [el cual] es hombre que me recibe con sombrero puesto, que me alarga la mano y me la aprieta; me suele dar dos palmaditas o tres, más bien más que menos, cada vez que me ve; me llama simplemente por mi apellido, a veces por mi nombre, como un antiguo amigo; otro tanto hace con todos sus parroquianos, y no me tutea, no sé por qué: eso tengo que agradecerle todavía.”. Bueno, pues ya no podría agradecérselo.

El francés que acompaña a Larra interpreta dicho comportamiento confianzudo como una expresión del igualitarismo de la sociedad española, pero el escritor se apresura a sacarlo de su error. Y tanto: un siglo después España fue, junto con Rusia, el único país de Europa en el que triunfó una revolución socialista, señal inequívoca de que en ambos las diferencias sociales habían llegado a ser insoportables; sin embargo, en la URSS la gente se trataba de camarada (товарищ, tavárishch) pero, por supuesto, se dirigía a las personas que no pertenecían a su círculo íntimo de usted, nunca de tú.

Por otro lado, el tuteo omnímodo y omnipresente no es una característica de la lengua española actual, sino de su versión europea. Vayan, vayan a tratar de a personas desconocidas o a personas mayores en México, en Argentina, en Colombia y verán el corte que les pegan. Con lo cual el español de estos hispanohablantes (el 90% del total: los europeos pintamos bien poco) se parece a casi todas las lenguas cultas del mundo. Y no me vengan con el consabido ejemplo del inglés, que algunos aducen en defensa propia. En inglés actual no existe el usted, cierto, pero sí que hay un tratamiento cercano frente al de respeto: Hi, John, te dice un amigote del colegio; pero la profesora de tu hija o el empleado del supermercado solo puede saludarte con un How are you, mister Smith? Y si esto es así en inglés, ¿qué no habría que decir del francés, del alemán o del italiano? Los que nos movemos en el mundo académico de los departamentos de español tenemos a menudo la experiencia esquizofrénica de estar hablando con un colega extranjero de Münster, de Nantes o de Palermo pasando alternativamente de un idioma a otro y teniendo que usar el tuteo cuando hablamos en español y el ustedeo cuando lo hacemos en la lengua del otro. Por sorprendente que les parezca, a un colega germano le puedes decir: ¿Te apetece otra cerveza? pero nunca: Magst Du noch ein Bier? sino: Mögen Sie noch ein Bier? Y no es que los europeos seamos especialmente educados. Es proverbial la extremada cortesía de los japoneses, cuya sociedad está muy jerarquizada y usa términos diferentes para dirigirse a los hermanos mayores o a los menores, para hacerlo ante personas extrañas o dentro de la familia, etc. En España lo comentamos jocosamente, como si los japoneses fuesen gente envarada y que no tiene remedio: sin embargo, no hay que confundir lo jerárquico con la existencia de una escala de respeto social mutuo, algo que aquí hemos perdido por completo.

Tengo para mí que esos turistas japoneses que se pasan el día haciendo fotos inverosímiles, en realidad lo que no quieren es tener que enfocar el móvil y la grabadora hacia una pareja española diciéndose supuestas gentilezas amorosas: –Tía, me molas mucho; –Calla, capullo, ¿no ves que estoy ocupada?; -Venga, tía, no seas estrecha; –No me sale de las pelotas (¿). Ahora entenderán por qué el cine español nunca se ha comido un rosco fuera de nuestras fronteras: es que ese galanteo resulta imposible doblarlo. La imposibilidad del cine español (oficial) es metafísica, más o menos como la del humor español (oficial): cuando se juntan –léase Lina Morgan o Paco Martínez Soría- lo que se obtiene es la cuadratura del círculo.

Aquí hay gato encerrado. Y lo más curioso es que históricamente los más picajosos en cuestión de tratamientos fueron precisamente los españoles del siglo de oro, quienes echaban mano a la espada por un simple vos infiltrado de matute. Eso se acabó. Hoy día hay varios modelos que conviven en la América hispanohablante (en Colombia, por ejemplo, vos expresa familiaridad, tú, confianza y usted, distancia), pero lo que no sucede más que en España es que solo exista una forma, con la cual se institucionaliza la falta de respeto al otro irremediablemente. Sospecho que la explicación del tuteo español no se halla en la igualdad de las personas –pero, hombre, si hay cinco millones de parados y unos sueldos miserables mientras unos pocos se forran–, sino justamente en lo contrario, en una desigualdad abismal que se traduce en un complejo de inferioridad que hay que disimular como sea. Es un caso de eufemismo, solo que gramatical y no léxico. Por la misma razón que del borracho decimos que estaba alegre de un usted hacemos un : alegre queda bien porque todos estamos a veces alegres, pero solo algunos llegan a emborracharse; similarmente, ante la sospecha de que uno nunca saldrá de pobre y es improbable que lo traten a menudo de usted, mejor para todos y a vivir que son dos días. O a malvivir, para ser más exactos: ¡valiente país de túes estamos hechos! Por eso nos gustan tanto las campañas electorales y nos priva repetir elecciones las veces que haga falta. Mientras estamos en campaña electoral todos parecemos iguales y el personal se permite tutear al lucero del alba, aunque sepa perfectamente que, en cuanto el ministrable se ponga la corbata de ministro, ya no lo tutea ni Dios, con la excepción de algún periodista despistado, que estos de la canallesca no tienen remedio.

Por cierto, que la corbata es como el usted, un signo de status que los españolitos nos hemos empeñado en eliminar. Ustedes (con perdón) me dirán: ¿qué pinta aquí la corbata, acaso este blog no trata de palabras? Bueno, trata de signos en general. Las palabras son los signos más obvios, pero hay otros: si cuando me están presentando a una persona pongo cara de asco al tiempo que digo encantado, es evidente que el acto de habla fracasará porque el signo visual –la mueca- se contradice con el signo verbal. Pues bien, la corbata es un signo visual que hasta hace poco significaba cierta distancia respetuosa, propia de la vida pública. Curiosamente un traje barato cuesta bastante menos que llevar una chupa de cuero y un vaquero convenientemente rasgado: por la misma razón, su correspondiente corbata cuesta la quinta parte que el foulard de pobre. Los revolucionarios de la II República, que calzaban alpargatas, tenían toda la razón al despreciar la corbata de los señoritos, pero estos de ahora… Ya se sabe que la corbata es un trapillo ridículo, pero por eso mismo no entiendo su desprestigio actual: ¿por qué no habrían de parecernos igualmente ridículos esos tipos en pantalón corto y chancletas, que además lucen una camiseta con una inscripción más o menos provocativa en inglés y varios tatuajes repartidos por su anatomía? O jugamos todos o rompemos la baraja: si a semejantes julays les gusta que los desconocidos los traten de tú, no veo nada malo en que haya gente que lleva corbata y que suele emplear el usted. Es verdad que van siendo cada vez menos porque muchos han emigrado a países civilizados y aquí nos hemos quedado los más espesos chapoteando en la pomada confianzuda, pero ya se sabe que la democracia es el respeto a las minorías.

Si los políticos me hicieran caso, en vez de quitarse la corbata cuando llegan las elecciones, que parece que están haciendo striptease, se vestirían de turista, pues queda mucho más simpático y natural. Así podrían dirigirse confianzudamente a los votantes, estilo “un voto, por caridad, que llevo desde el 20-D en paro y tengo siete bocas que atender”. Aprendan de los camareros, verdaderos artistas del tratamiento. Como ya parece imposible reintroducir el usted y de hecho España ha consumado su Brexit particular en forma de Ustexit, los camareros han echado mano de un expletivo, la palabra caballero, que queda de lo más cool con el tuteo: –¿Caballero, qué te pongo?, me suelen decir en el bar de la esquina; -Una caña y una de papas, su señoría, suelo contestarles yo. Claro que para eso soy un friki de los tratamientos, y a mucha honra.

5 Comentarios

  1. Fernando Romo Feito escribió:

    Hay una palabra italiana intraducible en español: civiltà. Será por algo, ¿no? Totalmente de acuerdo con lo que dices.

    01/09/2016
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    • Angel Lopez escribió:

      Gracias, Fernando, veo que me entiendes. Lástima que seamos de los antiguos, en un doble sentido, cultural y cronológico. Abrazos

      22/10/2016
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  2. Miguel A. Hdez. escribió:

    Me ha gustado este blog que recién encuentro, pero no veo por ningún lado el RSS para suscribirme, ¿alguien me ayuda? Por cierto, me parece interesante esta ventana cultural a su país.

    24/10/2016
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    • Ángel López García-Molins Ángel López García-Molins escribió:

      Me alegra que le haya gustado. La editorial ya ha hablado con el técnico para resolver el problema del RSS, pero, en cualquier caso, a periodicidad de las entradas de mi blog es -aproximadamente- mensual. Un saludo cordial

      31/10/2016
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  3. Angela escribió:

    Buenas noches, Señor:

    Hace muchos que perdí la costumbre de tratar de usted a nadie, pero reconozco echar de menos un tratamiento menos cortante que el tuteo.
    Quisiera poder escribir en privado al Dr. Ángel López, ¿sería posible? Gracias

    Un cordial saludo

    Ángela

    16/11/2016
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