(Acuarela de Gabriel Alonso)
Un trabalenguas es un texto breve en el que se suceden a corta distancia sonidos difíciles de pronunciar. Por eso, constituye un reto para los extranjeros y, al mismo tiempo, un juego infantil. A los extranjeros se les viene a decir: vale, hablas muy bien nuestra lengua, pero se te nota que no eres de aquí porque este texto lo pronuncias de pena. Por ejemplo, ahora que piden inglés para todo, yo, en vez de exigir un certificado de nivel C2, pediría a los aspirantes a un puesto de trabajo que pronunciasen Three witches watch three Swatch watches. Which witch watches which Swatch watch?: a ver quién es el guapo que supera la prueba con todas esas labiovelares [w] y chicheantes [ch] sin llevar un chicle en la boca. Tampoco es manco este conocido trabalenguas del francés: Si six scies scient six cyprès, six cent six scies scient six cent six cyprès; la verdad es que yo solo oigo [sí], me recuerda a las conversaciones conyugales: a lo mejor es que los maridos hablan francés en la intimidad, lengua pícara donde las haya, sin saberlo. ¡Pues anda que este del alemán!: Fischers Fritze fischt frische Fische. Frische Fische fischt Fischers Fritze; solo se oye [schhh], como cuando te sisean para que te calles, que es lo que te están diciendo a todas horas en Alemania: Ruhe!
La gente no suele fijarse en el contenido de los trabalenguas. Parece que con reunir sonidos difíciles no importa lo que se dice: es un error porque el significado de los trabalenguas ilustra bastante claramente la cultura del pueblo que habla ese idioma. Por ejemplo, la traducción del trabalenguas inglés sería: “Tres brujas miran tres relojes Swatch. ¿Qué bruja mira cada reloj?” No me digan que no tiene un estupendo toque shakespeariano y al mismo tiempo un mercantilismo de lo más British, como si dijéramos “las brujas en vez de profetizarle desgracias a Macbeth le auguran un buen bussiness”. ¿Y qué me dicen del tono racionalista del contenido del trabalenguas francés, que casi parece una lección de aritmética?: “Si seis sierras sierran seis cipreses, seiscientas seis sierras sierran seiscientos seis cipreses”. Si esto no es cartesianismo, que venga Dios y lo vea. Tampoco el trabalenguas alemán consigue ocultar su idiosincrasia: “El pescador Fritze pesca pescado fresco. El pescado fresco lo pesca el pescador Fritze”. Ya ven, parece una tontería y, sin embargo, es filosofía heideggeriana en estado puro: “No se puede probar nada en el reino del pensamiento, pero el pensamiento puede explicar muchas cosas”. Para que luego digan que Sein und Zeit es un texto esotérico, lo habría podido escribir Fritz mismamente.
También hay trabalenguas en español, claro, como aquel tan famoso de Tres tristes tigres, tragaban trigo en un trigal, en tres tristes trastos, tragaban trigo tres tristes tigres. Erres a tope, que es donde tropiezan los extranjeros. ¿Pero qué quiere decir? Hombre, es evidente: los tigres no comen trigo, así que estos tres están a la cuarta pregunta y encima montados en un trasto. Lo de siempre, que no salimos de pobres. A veces nuestros trabalenguas ilustran magistralmente la situación que atravesamos: El cielo esta enladrillado, ¿quién lo desenladrillará? El desenladrillador que lo desenladrille buen desenladrillador será. No me digan que este ejercicio a base de elles no describe a las mil maravillas el cielo que decía que iba a asaltar para nosotros el señor Iglesias: lo que no sabemos es si el desenladrillador será Sánchez, Rivera o hasta Rajoy, que dice que esto es un lío, pero lo que quiere decir es que está enladrillado.
Los catalanes ya se sabe que van por libre y por eso tienen sus propios trabalenguas con abundantes palatales: Setze jutges d’un jutjat mengen fetge d’un penjat; si el penjat es despengés es menjaria els setze fetges dels setze jutges que l’han jutjat, o sea, “Dieciséis jueces de un juzgado comen hígado de un ahorcado; si el ahorcado se descolgara, se comería los dieciséis hígados de los dieciséis jueces que lo juzgaron”. Y tanto. Toda esa gente que se reajuntó en Junts pel sí (me ha salido un trabalenguas exprés a base de jotas) se pasan la vida comiéndole los higadillos a la Constitución de 1978, pero como el ahorcado se descuelgue con el artículo 155 no sé lo que podría pasar. Aquí lo que hace falta es alguien con ideas nuevas, alguien del que se pueda decir: En cap cap cap el que cap en aquest cap: “En ninguna cabeza cabe lo que cabe en esta cabeza”. Menos humos, menos chulería de unos y de otros, y a ponerle el cascabel al gato con inteligencia.
Lo malo es que buscando trabalenguas nos hemos topado con la repetición de un grupo de sonidos, no necesariamente difíciles, que componen un ritmo musical, en otras palabras con una aliteración, igual que aquella de «En el silencio sólo se escuchaba / el susurro de las abejas que sonaban”, que diría Garcilaso. Algo de esto es lo que nos está ocurriendo en España, que parece que todo está muy complicado, pero uno tiene la sensación de que lo que pasa es lo de siempre: las cigarras viven del cuento mientras aprietan las tuercas a los demás –una vuelta, dos vueltas, tres vueltas–, las hormigas hacen como que se quieren ir sin dejar de entonar la misma matraca desde 1412 –adéu, adéu, adéu–, y el resto mira alternativamente a diestra y siniestra una partido de ping pong interminable.
Por cierto: ping pong, aparte de ser a la vez un trabalenguas y una aliteración, es un juego que en tiempos protagonizó el primer deshielo diplomático entre la República Popular China y los Estados Unidos. A lo mejor lo que necesitamos es volver a los orígenes del trabalenguas, que nace como un juego infantil para que los niños practiquen ese instrumento fascinante que es el lenguaje: Poquito a poquito Paquito empaca poquitas copitas en poquitos paquetitos. Pues eso, ya saben.
Hace varios meses que leo sus publicaciones y cada vez me gustan más.Me encantaría poder utilizar el lenguaje del modo en el que lo hace usted.
Gracias, María, de hecho ya lo hace. Como bien sabe,esto de la lengua es una actividad intercambiable y compartida entre emisor y receptor porque nada puede el uno sin el otro. Confío en que sigamos colaborando en el futuro.