Tautologías

 

El otro día escuché una conversación fascinante entre dos adolescentes. Resulta que el uno le preguntaba a la otra por la diferencia entre los juicios analíticos y los juicios sintéticos (se ve que el profesor de Filosofía les estaba dando caña). Mira, le dijo ella, juicio analítico es cuando dices que “todos los solteros son no casados” y juicio sintético cuando dices que “algunos solteros son viudos”. Pues vaya tontería que es eso de los juicios analíticos, le contestó el chico. Depende, objetó ella. Pero luego se alejaron y ya no llegué a enterarme de cómo acabó la cosa. La verdad es que me quedé con las ganas de mediar en la conversación y preguntarles: –Chicos, si uno dice que “un plato es un plato y un vaso es un vaso”, se trata de un juicio analítico o de un juicio sintético?

Ya sé lo que me van a decir. Que eso es una tautología, porque no es que el predicado esté incluido en el sujeto, como sucede en los juicios analíticos –p.ej., la definición de soltero presupone el no ser casado-, sino que simplemente se repite la palabra y no se dice nada de nada. En efecto, la tautología se parece más al la la la de Massiel en Eurovisión que a un libro de lógica, pero es que quien disfruta como un cosaco con ella no es Herr Kant, sino el Sr. Rajoy, el mismo que lee Marca con fruición mientras el mundo se derrumba a su alrededor: el partido popular en los huesos, Cataluña a su bola, los parados sin esperanzas, hasta su mentor Aznar al borde del infarto, y él con sus tautologías. No pasa nada. Aquí está D. Mariano: un plato es un plato, dice, pero también sucede que un voto es un voto y un roto es un roto y un coto es un coto, etc, así que mientras el coto de la España interior no esté roto y siga dándonos el voto, todo irá bien, debe de pensar. En realidad su idea no es tan descabellada. Hay algo de afrodisíaco en las tautologías, que suscita inmediatamente la adhesión. Los lingüistas frikis sabemos que la gente al hablar repite continuamente ciertos latiguillos y así el hilo del discurso se refuerza: –Pues va y me dice, pues no te lo imaginas, pues que no podía ir, pues que, pues que no le daba la gana. ¿Será, cabrón, pues! Y su interlocutor le contesta. –Vaya, tío, es que no me lo puedo creer, tío, ¡será tío cabrón ese tío!

Pues sí tíos. Solo que a nadie se le ocurre decir “pues es pues” ni “tío es tío”. Para eso hace falta estar muy desesperado, como cuando el periodista Carles Alsina acorraló a D. Mariano. Yo de él –de don Mariano, no del periodista– me habría salido por la tangente: –Mire, un español es un español, pero no siempre consigue ser mucho español, conque chúpate esa! Lástima que a D. Mariano le fallen últimamente los asesores. D. Mariano, hágame caso, menos economía y más lingüística friki, que los recursos del estado se agotan, pero los discursos son infinitos. A ver quién es el guapo en la UE que se atreve a reclamarnos una deuda del 120 % sobre el diccionario de la Real Academia.

Por desgracia a D. Mariano le ha salido la criada respondona. Hay una aldea galorrománica, allá por donde se acaba la tierra y empieza el mar, que todavía se le resiste. Y no es para menos, sus habitantes han inventado una especie de poción mágica que viene a ser como una tautología modulada. Ya no se conforman con “A es A”, ahora la cosa se presenta a tres bandas como “A es A y también A”. Las emisiones las tiene que protagonizar una especie de trío de la Africana: el Bueno, el Feo y el Malo. Por ejemplo: Dice el Bueno: el pueblo al poder, seremos insumisos ante todos los recortes; añade el Feo: todo sea por la independencia (mientras echa una lagrimilla); remata el Malo: el procés es imparable y hay que recortarlo todo, sanidad, educación y hasta la cuenta corriente (de los demás). Claro que así parece muy soso. En realidad, los tres espadas entonan la letanía a coro y suena más o menos (sobre todo Más) así: talla, talla, talla…, calla, calla, calla.., visca la ratlla, la ratlla, la ratlla…

Lo dicho, que las tautologías son la base de todo. No es una casualidad que la Iglesia siempre haya sido tan aficionada a las mismas. ¿Se acuerdan de las letanías?: Kyrie, eléison; Christe, eléison; Christe, eléison; Kyrie, eléison; Christe, áudi nos; Christe, exáudi nos. Por eso los nacionalismos, el de D. Mariano y el de los tres mosqueteros –tanto monta, monta tanto–, usan y abusan de la tautología: como que uno y otro son cosa de curas. ¿Trabucaires? No, eso era antes, ahora solo dan la lata.

2 Comentarios

  1. Concha D'Olhaberriague escribió:

    Querido Ángel: me encanta haberme topado con tu blog. Me he divertido mucho con esta entrada tan preocupante. Y la de la etimología es magnífica. Además, tienes la generosidad, propia del sabio que eres, de citarme junto a Ricardo Senabre, a quien tanto echo de menos en el Cultural. Te seguiré atentamente. No todos los lingüistas tienen sentido del humor y, en estos momentos, es un alivio.
    Un fuerte abrazo,
    Concha

    19/12/2015
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    • Ángel López García-Molins Ángel López García-Molins escribió:

      Gracias, Concha, no sabía que te asomabas a esta pequeña ventana indiscreta. Ahora que sé que me ve una filóloga de fuste como tú andaré con ojo para no meter la pata. Un fuerte abrazo.
      Ángel

      28/12/2015
      Responder

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