Siempre me han fascinado los falsos amigos, que no son los amigos que te han salido rana, sino las palabras de otro idioma que suenan (casi) igual que otros vocablos del nuestro, aunque tengan significados diferentes. Así se originan confusiones generalmente muy divertidas. Por ejemplo, si un francés te dice que está constipé, no te pongas a cubierto de sus estornudos ni le ofrezcas un chocolate caliente porque lo que pasa es que está estreñido y que así no haría más que empeorar su estado. Otras veces la confusión tiene más peligro: cuando tu amiga italiana te anima a accostare, no es lo que parece, simplemente quiere que te acerques a su lado; pero esta misma amiga haría bien en andarse con ojo con un tipo que llama a la puerta y se identifica como lecherous porque no es un señor que trae la leche, sino un inglés algo sobón y rijoso.
Especialmente frecuentes y curiosos son los falsos amigos del español y del portugués, dos lenguas muy próximas, pero entre las que se producen continuos equívocos: si los portugueses te amenazan con una bala, no te preocupes, es un caramelo; cuando te hablen de que alguien es pura bazófia, simplemente lo llaman soberbio; y si dicen que en el botequim tienen anís, coñac y ron, no te sorprendas porque se trata de una taberna. Y así a cientos: desabrochar es florecer, entornar es derramar, latir es ladrar, manco es cojo, meada es madeja, pasta es carpeta, presunto es jamón, salsa es perejil, sino es la campana, vago quiere decir vacante, etc. No es sorprendente que los portugueses digan que de Espanha, nem bom vento, nem bom casamento: y es que si cuando la chica portuguesa le dice en un baile que está vaga, el galancete español hace un gesto de contrariedad y se aleja en busca de otra, así no hay relación que prospere.
Mira por dónde es posible que el divorcio entre Cataluña y España, eso que ahora llaman el procés, sea una simple cuestión de nombres. Hombre, cuando los independentistas dicen que España les está llevant la ruina no hay que enfadarse con ellos, quieren decir que el estado se la está quitando y poniendo freno a su desastre financiero. Y ese Mas que mató la democracia, parece que simplemente hizo requesón con ella, exprimiéndola todo lo que pudo en beneficio propio. En cuanto a Junqueras, del que sostienen que nadó y guardó la ropa quedándose en segundo plano a verlas venir, es que lo tratan de bebé, y por eso le gusta echar lagrimillas patrióticas de vez en cuando. Tampoco se piensen que la afamada Carme Forcadell se está volviendo famosa, tan solo está hambrienta y, claro, para cobrar el sueldo tiene que decir las cosas tremendas que dice. Finalmente, por lo que respecta a ese infundio de que entre los nacionalistas hay mucho cura, sepan que lo que hay es mucho esmero. Ni siquiera es cierto que los empresarios del célebre 3% se dedicasen a cebar a los políticos corruptos, era una simpática muestra de gastronomía local a base de encebollar sus menús con gloriosas calçotades. Conque ya ven, tanto ruido para tan pocas nueces. Hace algunos años hubo problemas parecidos entre España y Euskadi, pero allí, como esto de las palabras les mola mucho y los padres de la patria suelen ser filólogos, hay grandes especialistas y ya los han resuelto. Así, pronto se dieron cuenta de no es que hubiera más de una laguna en su relación finisecular, es que en el fondo se trataba de un amigo. Tampoco podía decirse que los vascos fueron por lana y salieron trasquilados, es que consiguieron trabajo.
Si los políticos nacionalistas, los periféricos y los de la meseta, estudiasen un poco de lingüística friki, otro gallo nos cantaría. Por ejemplo, cada vez que alguien usa la palabra zorra en el parlamento, los diputados de Cuenca se ponen furiosos. Es una provocación, dice uno; es un vejamen, sostiene otro; insultan gravemente a la patria, apunta un tercero. Tranquilos, depende de quién estaba hablando. Si era un gallego, quiere decir que el aeropuerto de Santiago y las carreteras estaban bloqueadas por la nieve, así que ha venido en trineo. Y si era un catalán, pronunciará sorra, pero además quiere decir que se le ha metido un poco de arena en el ojo y no ve el tablero de votaciones (tal vez por eso confunde el 48 % con la mayoría absoluta). En cuanto al vasco, ya se sabe, siempre llorando con lo del cupo y quejándose de la deuda que dicen que tienen. Esto de los falsos amigos acabará por convertirse en un problema serio. Por eso, lo mejor es hacer caso a nuestros padres y a nuestro confesor (he aquí una mención retro de lo más hipster) y expresarse exclusivamente en latín, que para algo es la lengua madre y no ofende a nadie: Ego puto in orto meo, que no quiere decir nada feo, sino “yo a lo mío”. Pues eso.
Para un vasco su profesor de euskera es como para un argentino su psicoanalista… por cierto que lo de orto en Argentina suena fatal
No exageres, Gabi, también hay euskaldunzarrak («hablantes viejos», es decir personas que lo tienen como lengua materna). Por cierto: en Méjico «orto» es el bolsillo trasero del pantalón y viene del caló.