Eslóganes electorales

Cada cultura tiene sus manías lingüísticas y la nuestra se caracteriza por la pasión que despiertan los diccionarios. No es ninguna tontería. Conozco a muchos ciudadanos de los EE UU que desde que dejaron la escuela no han abierto un diccionario: para compensar se pasan la vida abriendo el portátil (lo llaman laptop para fastidiar) o el talonario de cheques, que también contienen letras. Por el contrario, no conozco ni un solo ciudadano francés o alemán que no esté leyendo algún libro. Pues bien, los ciudadanos españoles antes se dejarán matar que ponerse a leer lo que sea, salvo que se trate de un diccionario. Todos tienen en su casa uno o dos y los consultan a menudo, verbi gratia para poner en su sitio al estúpido compañero de oficina que sostenía que resiliencia quiere decir que uno está muy salido. ¡Si lo sabré yo! De todos los libros que he escrito en mi vida –y son varias decenas– el único que me ha dado algún dinero es un diccionario de sinónimos que se me ocurrió redactar hace la friolera de treinta años: tan bien se vendía que la editorial se dedicaba a hacer ediciones pirata que naturalmente no me liquidaba. Un clásico. Ahora hemos progresado y no solo te timan los editores, sino también los lectores con sus descargas piratas. Los que nos dedicamos a esto de escribir lo tomamos con santa paciencia: si hay suertecilla conoceremos en el otro barrio a Job y a la madre Teresa de Calcuta y hasta puede que echemos partidas de mus con ellos. Menos da una piedra.

Por desgracia esta pasión lexicogáfica de los españoles es un amor no correspondido porque el diccionario casi siempre defrauda nuestras expectativas. Por ejemplo, un lema es una frase concisa con la que se procura resumir el contenido de un texto. Como dice el DRAE: “lema (Del lat. lemma, y este del gr. λῆμμα). Argumento o título que precede a ciertas composiciones literarias para indicar en breves términos el asunto o pensamiento de la obra.” El eslogan viene a ser casi lo mismo, solo que la voz procede del inglés: “eslogan (del ingl. slogan). Fórmula breve y original, utilizada para publicidad, propaganda política, etc.” Sin embargo ninguna de las dos definiciones se ajusta a los lemas o eslóganes de las elecciones autonómicas y municipales que se celebran dentro de una semana.

Vean si no. Ciudadanos (también llamado Ciutadans y para los amigos, C’s) se lanza a la arena con el eslogan El cambio. Desde luego, es una fórmula breve, pero original, lo que se dice original… En 1982 el PSOE se presentaba bajo el paraguas Por el cambio, en 2011 el PP arengaba a sus votantes al grito de Súmate al cambio, y ahora mismo Podemos, tal vez el verdadero competidor de Ciudadanos porque ambos son nuevos y encarnan la idea del cambio, va y se lanza con el rótulo 2015 Empieza el cambio, que parece copiado de CiU con su Comença el Canvi de 2010. Seguramente es que no entienden el catalán –ni que estuviera en sumerio– y se les puede perdonar, pero lo de coincidir con Ciudadanos ya no tiene perdón. Aunque como los lingüistas siempre andamos pidiendo subvenciones –venimos de los curas, y si no me creen, dense una vuelta por Salamanca, por Oxford o por la Sorbona y se convencerán–, voy a echar un capote a estos dos partidos primerizos para que salven la cara y poder recordarles en su momento los servicios prestados. Miren, El cambio y Empieza el cambio no son lo mismo, el primero es un sustantivo y designa algo sólido, mientras que el segundo sugiere un proceso incoativo. Como quien dice: votar Ciudadanos es como perder la virginidad, ocurre una sola vez y tu estado cambia para siempre. Por el contrario, votar Podemos es embarcarse en un viaje que no se sabe dónde terminará. Ustedes mismos: hagan lo que les parezca.

Es lógico que los llamados partidos de la casta (¿no era eso algo que dicen que tenían los toros?) huyan de la palabra cambio como alma que lleva el diablo. Ya no pueden competir con los nuevos, ahora hay que atraer a la gente de otra manera. El eslogan del PP es un primor porque, como tienen tanto que ocultar, se han esforzado por amagar sin molestar a nadie: Trabajar, hacer, crecer. Estupendo, piensa el votante, van a trabajar y a hacer muchas cosas para que crezcan mis ingresos. Bueno, puede que sí, pero también significa que voy a deslomarme y a tener que hacer muchas cosas para que ellos aumenten su patrimonio (en Suiza, sin ir más lejos). Es lo que tiene el infinitivo, que no se sabe cuál es la persona verbal: ¿trabajas tú y crezco yo o trabajo yo y creces tú? Estamos en las mismas: rojo o negro, par o impar, passe o manque, votar a esta gente es como jugar a la ruleta.

Por ahí anda también el eslogan del PSOE, eso de Gobernar para la mayoría. ¡Qué manía la de los políticos con los infinitivos! ¿No podrían haber dicho simplemente gobernaremos? Me recuerdan a tantos y tantos verdugos de la lengua española (también de la catalana o de la gallega) cuando les preguntan algo y empiezan con ese soniquete de decir que… Claro que también podría ser que en el PSOE no tengan nada claro que van a alcanzar mayorías absolutas y se vean formando parte de coaliciones más o menos heterogéneas, por lo que su mensaje subliminal es que aspiran a participar en la gestión de gobierno aunque no sean mayoritarios. Aun así, que yo sepa, no se debe gobernar para la mayoría, sino para todos. Lo de identificar a la sociedad con mis partidarios está muy feo: ¿y si los que prefieren la I+D+i al pelotazo son una minoría?; ¿y si los que prefieren la cultura (21% de IVA) a la pornografía (4% de IVA) son otra minoría? Apañados estamos.

Tanto es así que los partidos que no se van a comer un rosco, según las encuestas, no hablan de cambio ni en infinitivo y han optado por lemas más que por eslóganes, es decir, titulan la situación, pero sin hacer propaganda. El de IU parece el parte meteorológico: Es tiempo de izquierda, como quien dice, hay un anticiclón en las Azores, pero sin señalar. Por su parte UPyD, que se había presentado a las autonómicas catalanas de 2012 con un eslogan tan inequívoco como Contra la independencia, ahora se conforma con el lema Libres. Vale, libres, pero ¿eso qué quiere decir?: que los de UPyD somos libres, que usted es libre de votarnos o, incluso, que vamos a cerrar el tenderete para que ustedes se vean libres de nosotros. No saben, no contestan. Puestos a elegir eslóganes ambiguos, casi me quedo con el de Vox, un partido que parece un verdadero flatus vocis: Vamos. Que puede interpretarse como “vamos a Vox” (en plan venid y vamos todos con flores a María), pero también “vámonos a la cama que se hace tarde”.
¡Vaya sufrimiento! ¡Que llegue pronto el veinticuatro de mayo o pido prestados todos los diccionarios que encuentre en la biblioteca de la universidad y el país se paraliza! ¿Qué me dicen, que no se prestan? Claro, ya decía yo que no se puede paralizar: lleva parado muchos, muchos años.

3 Comentarios

  1. Alberto escribió:

    Estimado Ángel, muchas gracias por este artículo tan interesante que nos hace pensar y reflexionar sobre el inconsciente y los mensajes subliminales que subyace en los mensajes de los partidos políticos. Especialmente me ha gustado tu interpretación sobre el famoso lema pepero que está hasta en la sopa de trabajar, hacer, crecer me recuerda el famoso chiste del trío en la casa de al lado cuando gritan organización, organización!!!…. ..siempre dan por detrás al mismo pues eso organización……ya sabemos quien va a crecer de antemano verdad?
    Enhorabuena, un abrazo

    18/05/2015
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  2. Fernando Romo Feito escribió:

    Ahora que pasó la campaña está más clara la potente inventiva y profundidad de pensamiento del sistema político, casta y no casta. Y la virginidad desde luego que quedó atrás.

    11/06/2015
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