Adjetivos

(Dibujo de Ana Miralles. Tira inédita de Kim y Ka, 1996)

 

Un amigo mío, algo poeta, es un fanático de los adjetivos. Le priva lo de matizar cada referente calificando el sustantivo con el que designamos la cosa. Me tomé un helado, le digo: –vale, me contesta, pero ¿era cremoso, delicado, astringente, picante, suave, intenso… o todas estas cualidades a la vez? Oiga, me salta un lector, ¿su amigo es poeta o publicista? Tiene razón, lo que pasa es que resulta difícil ser poeta sin acabar siendo un poco publicista. Fíjense, si no, en estos conocidos versos de Garcilaso, el primer autor de la literatura española que le sacó partido al adjetivo:

En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
con clara luz la tempestad serena…



Me reconocerán que lo del mirar ardiente, honesto es una pasada, como si dijéramos que esa chica va lanzada y a la vez está pisando desesperadamente el freno. Un anuncio de coches no lo haría mejor: Auti, el bólido embalado que se conduce como si estuviese parado o algo por el estilo. En otras palabras que la dama se nos está publicitando con la técnica del contraste, más o menos al estilo de aquel programa electoral de Podemos que parecía un catálogo de Ikea, como si dijésemos: ¡admiren este icono del capitalismo que sin embargo anuncia un partido bolivariano! La diferencia estriba en que la publicidad explicada queda bien, mientras que la explicación de la metáfora literaria irremediablemente se la carga. Lo malo es que a veces, si no te la explican, te quedas a dos velas. Vean si no, esta misma metáfora en García Lorca, un autor moderno que ya no nos puede sorprender con recursos simples como hacía Garcilaso.

En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.

O sea que la luna es a la vez lúbrica y pura: solo que en Lorca simboliza la muerte, personaje que no parece ni lo uno ni lo otro.

Nada nuevo bajo el sol, aunque debo reconocer que en esto de los adjetivos los poetas nos dan cien vueltas a los lingüistas, incluso a los frikis. Y es que, hablando, hablando, se me ha ido el santo al cielo (¿a dónde podría haberse ido si no, al hiper?) porque lo que me proponía en esta entrada no es hablar de los adjetivos, que justificarían todo un blog para ellos solitos, sino de su posición. Este sí que es un tema que nos vuelve locos a los gramáticos, aunque a la gente normal le suela pasar bastante desapercibido. Un hombre pobre no es necesariamente un pobre hombre: ¡pobre hombre! este Bárcenas al que no le queda tiempo para disfrutar de lo mucho que ha robado); más vale que te aprueben un PAI malo que que te rechacen hasta un mal PAI; el único ligue del día no tiene por qué ser un ligue único; los viejos camaradas preferirían que no se los considerase camaradas viejos; cierto cotilleo que me acaban de contar no siempre es un cotilleo cierto; que una inversión sea un puro engaño no la convierte en un engaño puro (si acaso, en un engaño puro y duro); y así docenas de adjetivos que en la oficina parecen empleados humildes y sumisos, mientras que en casa se vuelven unos fieras.

¿Tan importante es estar delante o detrás? Hombre, a veces sí. No es lo mismo que te paguen 19 euros al día que 91 (les recuerdo que los números también son adjetivos): lo primero se llama empleo flexible, lo segundo se llamaba un sueldo decente cuando el zapaterismo. Sin embargo, no debe pensarse que lo peor siempre es estar detrás: a la gente de la primera fila les puede dar un beso Angelina Jolie, que pasaba por allí, pero también les podría dar un abrazo Mariano Rajoy en plena euforia de la campaña electoral (los besos los reserva para algunas militantes voluntariosas curtidas en escenas duras). Con razón decían en la mili que adelantarse voluntario ni para comer. Pues con los adjetivos pasa lo mismo: sin duda Sánchez y Rivera hicieron una escena bonita cuando lo del pacto fallido, pero seguro que algunos militantes de ambos partidos pensaron: ¡bonita escena están haciendo estos dos ahora que nadie quiere formar un ménage à trois con ellos!

La variabilidad posicional del adjetivo es un verdadero chollo de la lengua española. Fíjense lo que pasa en inglés, donde solo pueden poner el adjetivo delante del sustantivo y se pierden todos los chistes de los dos párrafos anteriores: a poor man, a nice scene, a unique affair…, un rollo. Claro que para compensar pueden fundir dos palabras en una y el efecto es el de un nombre calificado permanentemente, lo que también tiene su aquel: Brexit que vale por salida de Gran Bretaña de la UE, wonderbra que vale por sujetador milagroso, y así sucesivamente. Esto también lo podemos hacer en español, pero no es lo mismo porque nos lo solemos tomar en serio y ellos no. Fíjense lo que ha sucedido con el Brexit. De repente se han dado cuenta de que esto de salir de la UE era una idea de cazurros y han empezado a descolgarse, los londinenses diciendo qu es cosa de pueblerinos (fue en el campo dónde ganó el sí), los escoceses reclamando la independencia para quedarse en Europa y ser el Small Britain de la UE, etc. En cambio, en español, un buen día al duque de Ahumada se le ocurre fundir guardia con civil y nos sale una cosa con tricornio y bigote que ya no tiene nada de civil. La guardiacivil es mucho más que una institución, es un cuerpo, aunque no precisamente el de Brad Pitt. Por eso las traslaciones del Brexit a nuestro ámbito idiomático no pueden resultar. Se ha hablado de Catexit. Vale, ¿pero se dan cuenta de que al día siguiente la gente de Barcelona se querrá descolgar de esta catexitada de la terra ferma y los llamarán traidores, de que los valencianos volverán a dar la matraca con lo de que el valencià es una lengua diferente, etc?: en fin, ya saben, typical Spanish behaviour convertido en tragedia. Yo me lo pensaría. Para jugar a fundir palabras sin riesgo hay que ser anglohablante. Lo nuestro, lo de las lenguas románicas, es la posición variable del adjetivo. Porque tú no puedes prometer amor eterno (a otra persona, a la patria, a la empresa, a lo que sea) y decir que es tu amorcete. Esto queda poco serio. Lo que puedes es decir que le profesarás amor eterno y cuando te canses empiezas a hablar de ese eterno amor. Vayan practicando.

2 Comentarios

  1. Ricardo escribió:

    No creía que la posición de los adjetivos era tan relevante. Cuidaré muy mucho.
    Alguna vez, no?. Vida perra y pera vida?

    10/07/2016
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    • Angel Lopez escribió:

      Gracias, Ricardo. Pues no sé qué decirte. Se ve que te ha traicionado el subconsciente y te ha salido «pera vida»: ya me explicarás en qué consiste una vida parecida a la de las peras. Un abrazo

      22/10/2016
      Responder

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